El título lo dice todo. Bueno, no todo, pero muy cerca del todo. 99% del todo. Casi todo. Solo le falta decir que hierbas, y esas me las se yo no más.

jueves, 28 de febrero de 2008

Torpedera de mi ensueño o de como saber cuando cantar

Ya lo había hecho varias veces, pero nunca con este "éxito". Bajando desde Gambetta, en frente del cementerio de Père Lachaise (donde está Jim, para los fans) una vez. Otras tantas haciendo la posta casa/pega/casa. La última, con segunda voz incluída cortesía de Mario "Domo arigato gozaimachité" Guajardo, enfilando por el quai del Sena a buscar el brillo. Pero la de ayer, es para antologías parisinas sobre como perder el tiempo.
Buena comida con los jefes, de la cual disfrute (la mejor palabra es usufructué, porque no pague ni un cobre, vivan las apuestas!). Buen vino, comparado con lo que puede ofrecer el mercado francés: prefiero un Misiones cualquier día de la semana, salvo el domingo porque es el día de recuperación. Buena conversa, la parte que entendí; la otra debe haber estado fome. Veo la cuenta y la sonrisa del que se escapa de pagar aparece sin ganas de esconderse. Cuando me toque a mi, pediré que todos los sonrientes se den media vuelta o que asuman la posición.
Paso el Panteón, y comienzo a bajar las cashecitas de Paris que tienen ese que se sho. Sale de la nada. La de Lucho Barrios, no la de Joe. El valsecito peruano, con olor a pipeño, bailado por vejetes engominados y señoras de pollera larga, en algún tugurio del Placeres. Lo comienzo a cantar despacito, cortando las frases, para tararear un poco. Ya pasando un cuarto de camino, es bailadito. Miro al frente de la calle, donde tres locales me miran con cara de pocos amigos. Me imagino que en los próximos segundos cada uno saca un delantal blanco de sus espaldas, una de esas redes atrapa-mariposas gigante y cruzan la calle para subirme a la ambulancia que aparece de la nada doblando la esquina. Sigo caminando/cantando, hay cosas peores que la desaprobación de los pares (por ejemplo, tener cálculos renales). Cuando espeto "Torpedera de mi ensueño" con la o bien colgada, desde la izquierda, atrás del típico cartel que reza "plat du jour, 15 euros" contra una esquina, me responde "Valparaíso de mi amor". Paro, me río solo, miro, me río de nuevo.
Un tipo con un saco de dormir más viejo que el suelo donde estaba acostado (y por ende, más sucio), levanta un poco la cabeza y me pide otra (Carola, soy un hit). Yo le digo que Mi niña bonita me la sé de a pedazos. El me dice que cante de nuevo La Joya. Comienzo de nuevo, el canta con el marcado acento francés las "egrges". Tiene más marcado el olor a tinto. Termino con la frase que comenzó todo. El saca un libro, me cuenta sobre como estuvo en el puerto cuando joven, sobre la vida y la muerte, sobre su vida y su muerte. Para ser sincero, yo pensaba solamente en la cama y el sueño, mi cama y mi sueño. Le hago la seña de que me voy, el me hace la seña que "te dejo ir en paz, pero déjame para otro tinto". Tan poco vale el canto.

C:

miércoles, 27 de febrero de 2008

Dozo gaijin o de como jugar Super Mario


Diversas plagas atacaron la región de Edo. En un momento fue la meningitis asiática y la peste bubónica. Luego Godzilla y Mothra. Aún más tarde los pokemones (de rial guans, no los poncios). Ahora, es otro tormento pero de la misma calaña. Nunca juzguen un producto por su envase, incluso cuando éste es un tanto pequeño y desagradable. MarioEdo invade Japón como buen gaijin chileno: dejando la escoba para atrás. Ayer usufructuamos de la despedida de Pierre, que parte a otro país de noble alcurnia, para despedir finalmente al pequeño. Como siempre, acidez al por mayor. Don (sic, pero a mango de sic) Mario continúa su RWT '08 dirección Asia: si alguien está en su camino, opte por alarma de tsunami. Unas cuantas "blondas" mas tarde, partimos directo a la casa, junto al tándem MarioB/Carola. Según Carola, yo le caigo 0.5% peor que MarioEdo, lo que para mi está dentro del error experimental.
Corriendo para tomar el metro Oberkampf con chicoco en estado de fatiga terminal, me recordé a Super Mario. Miyamoto verdaderamente creo un personaje drogo: el bigote de dealer, come hongos rojos y se ve más grande, hongos verdes y renace, flores y ve de diferentes colores. Para que hablar de las hojas con las que vuela. O de langüetear sapos para creerse sapo. Al final, con MarioEdo llegamos al final de la pantalla, bajando por la cañería, justo a tiempo. No ganamos ninguna estrella.

C:

martes, 26 de febrero de 2008

Bájate o de como decir no

Todo lo que diga puede y debe ser usado en mi contra. Antes de comenzar, dénme un momento para desempolvar el recuerdo, que ya se debe haber mezclado con incontables más. Al fin y al cabo, es un buen recuerdo.

La casa vacía, salvo los tres. Ya habíamos mirado las llaves suficiente tiempo.
"Lo sacamos entonces". "Sí" dije con la decisión típica del primerizo paciente que entra al dentista.
Nicolás sólo asintió, con cara de niño ritalín.
R.
Salimos.
Stop.
El conductor ajusta la silla. El espejo. El asiento de nuevo.
Asiento del copiloto. Ajuste de cinturón. Lo más justo posible. Lo más revisado posible. Algún guiño nervioso aparece.
Nicolás se agazapa sobre los asientos. Claramente el ritalín ya dejó de surtir efecto.
Primera.
Bajamos por la calle. Sin mirar a las casas vecinas. El conductor abre con control remoto el negro portón. Mira a ambos lados. Una. Dos. Tres veces.
Desde el asiento del copiloto, le digo que cheque otra vez. Segundo guiño nervioso. Primera amonestación verbal: "Cabezón, cállate".
Nicolás se agacha en el asiento trasero. Me recuerda un poco a los ejercicios de educación física, pero en el suelo y con contorsiones espasmódicas.
Segunda.
Doblamos la cuadra (no la doblamos nosotros, no se puede doblar una cuadra).
"Hasta el semáforo y vuelta" digo.
El conductor, también nervioso ("Si me pillan, no puedo jugar a la pelota por una semana"), mira de reojo: "Si seguí así te bajai".
Desde el copiloto, comento a alta velocidad hechos que no vienen al caso.
Nicolás necesita medicamentos para el control de la presión a esta altura del viaje.
Tercera.
El conductor deja de respirar por tres segundos. Acelera.
Desde el copiloto, la traspiración comienza a correr. Miro de frente y trato de no moverme mucho. Ni miro a la izquierda: sé lo que está pensando.
Nicolás ya deja las contemplaciones y con pasión animal se cuelga de las abrazaderas, al tiempo que espeta "LA CUCA, LA CUCA, LA CUCA!".
Segunda.
El conductor dobla a la derecha. Mira de reojo por el retrovisor.
Desde el copiloto, ya no hay vuelta que darle: "Acá dobla a la derecha, cálmate, despacio, párate acá, compra pan, pon segunda, pon primera, vota por el NO...".
Nicolás ya no entra en la historia.
Primera.
El conductor mira con ansias la vereda. Cara de pocos amigos y menos disculpas.
Desde el copiloto, callo.
Nicolás con cara de Salvado por la campana sólo respira.
Stop.
El conductor enfila por la diagonal.
"Cabezón, bájate",
"Ah?".
"Cabezón, bájate",
"Pero Negro, no podí ser así".
"Cabezón, BAJATE".
"Pero no...".
"Cabezón... BAJATE".
Se cierra la puerte.
Nicolás desde el asiento del copiloto, se pone el cinturón. El ritalín le vuelve a las venas.

Moraleja de la historia: Sientate atrás.
C:


lunes, 25 de febrero de 2008

Déjame que yo lo hago o de como cambiarse de casa y no morir en el intento

Gambetta estaba pelado. No "cabeza de rodilla", "cara muy abajo","partido tan malo que se van los espectadores del estadio" pelado. Pelado como venía, con los estantes en el medio de las piezas, con las pelusas en el reborde de las puertas, con las persianas abajo... con eco. También tenía nuevas yayitas, parte del crecimiento, espero: vasos que pasaron a mejor vida (la del reciclaje), pintura pasada a llevar por las múltiples peripecias, uno que otro rayón de parquet cortesía del mueble traidor de Miguel.
Para dejarlo así, vacío cual corazón de mujer desdeñosa, se necesito a los Beatles y un poco de ayuda de mis amigos. Todo se regaló, menos la decencia (pero puede ser tuya, llama ya). Escritorios, fuera; mesas, fuera; bolso de MarioEdo lleno de sus estropajos, fuera. Si alguien tomó sus pertenencias, lo siento, no es mi culpa. Al final pudimos dejar el departamento casi limpio, lo que no impidió a la gente de la agencia immobiliaria de tomar la garantía y morder un buen pedazo para dejarnos con las migajas.
Lo que vino luego, esa es la aventura. Luego de echar la última mirada furtiva para el recuerdo a las piezas y pasillos (baño incluído, pero esa mirada era más de asco), Rata, fiel a su mentalidad de "vamos a todas" me ayudó con el cargamento final. Bajamos por la calle, con tablas, mueble y lámpara como obstáculos adjuntos para hacerlo más interesante, parando de vez en cuando para reírnos de la torpeza y la ingenuidad de la odisea. Tiempo de bajar las escaleras cuando aparece él/ella (nunca lo sabré, Rata está seguro), un/una negro/negra con sombrero de ala ancha y estuco en la cara. Con total seguridad toma el cargamento que Rata lleva y comienza a caminar bajando las escaleras. Me recordaba a la caminata de Malcom-X que Denzel hacía, de trancos largos y son vaiven de patinador. Sólo le faltaba la pluma de ganso en el sombrero (quizá la tenía, quizá no). Soplando, para mostrar el esfuerzo nos dice que hacer para pasar el boleto. "Sí", me dije, "somos idiotas y no sabemos como usar el metro luego de dos años". Mi cara de risa incrédula no acompañaba esto. Luego de dejarnos en el buen andén como él/ella señaló, dijo con la misma seguridad inicial algo del estilo: "última puerta del tren, sino, no funciona; así los dejo". Con un "adiós" rococó se da vuelta y sube las escaleras. No cambia de andén porque nunca quiso tomar el metro, sólo quería ayudar (o perseguir a Rata). Mi cara de asombro debe haber sido comparable a la de risa de Rata.
Mueble gratis encontrado en la calle:0 euros.
Bolsa plástica de basura: 0,20 euros.
Ticket de metro: 1,50 euros.
Ayuda inverosímil de especímen andrógeno (según Rata no): No tiene precio.
C:

Lazy o de como despertar sin acidez


Trabajar los domingos no es fácil, aún estando completamente imbuido en la mentalidad trabajarmásparaganarmás-ística del pitufo hollywoodense de Sarkozy, que en caso de leer éstas líneas: You are my biggest fan. Algunos retoques a los informes/experimentos, uno que otro café (pronto me van a faltar dígitos para seguirles la cuenta), sus buenas canciones a potencia acústica considerable, sus mejores descargos en contra de Juanito (ya pasará por la picota el sucio y vil ejemplar) e insuficientes sacadas de vuelta. El deporte fundamental del concierto chileno en la Normale Sup'. Poco a poco se hace necesario salir del sucucho (los que los han visto saben que su adjetivización no está exagerada), porque, para continuar con ufemismos: a short time is a long time when your mind just won´t let it go. Aplíquelo a cualquier situación como usted quiera; para mi es de preferencia uso tópico.
Lo más complicado del Domingo es despertar. Lo más complicado de cada día, es salir de la cama. Y ahora es aún más cuando hay que despertar con MarioEdo en el radio de convergencia. Si no lo molesto yo, me molesta el: montoncito, fotos con flash (como la de la izquierda) o sencillamente música estruendosa. Lazy de Deep Purple fue la última que puse. Quizá con que petardo acústico revientatímpanos me salga ahora el pequeño.
C:

domingo, 24 de febrero de 2008

La crêpe del chef o de como superar el fracaso



Fracaso es la palabra. Culinario esta vez.
Yo quería cazuela de pava. Nos subimos al metro con humitas en frente de los ojos. Nos bajamos con empanadas que nos llamaban a la mesa, casi como el comercial ese de Zuko. Esa era el objetivo, en léxico de MarioEdo, estabamos orientado al éxito. Al final, nos conformamos por segundos lugares. Pero no cualquier segundo lugar. Nos orientamos a la crêpe, las del P'tit Grec.
Brutal, es lo que se me viene a la mente para describirla. Esto a pesar del manoseo constante del queso, jamón o su cochinada de preferencia por parte del chef, que habla mitad francés, mitad griego a velocidades que hasta para mi son asombrosas. De contundencia automática y de largo plazo. Es por eso que los locales hacen colas para pedir un trocito de cielo envuelto en crêpe. Sal o azúcar, eso solo cambia el precio. Gallette o crêpe, un poco el gusto; en nada la experiencia. Después, cafecito para la siesta.
"Aló?", "Agüitas en el quai del Sena?", "Ya estoy allá". En fin, se puede superar el fracaso. Incluso en presencia de MarioEdo.

sábado, 23 de febrero de 2008

Kung Fu o de como lo encontré


Ahí estaba. Al frente. Formato pantalla gigante del paseo Ahumada.
La pregunta es como no lo vi (si seré lento). Pero se me han escapado detalles más dramáticos, if you catch my drift. Creo que para verlo, tenía que caminar. Es lo que hago, muy Kung-Fu de mi parte, salvo que no a pata pelada y con música de Jack Johnson de fondo. Tengo que caminar, sean distancias irrisorias o no (4sky lo puede confirmar). La de ayer fue de la primera especie. Todo un viaje de conocimiento personal: me da sueño fácil, me pierdo aún más fácilmente y, lo mejor, tengo el buen hábito de no hacer caso a las señalizaciones del tipo No Cruzar.
Comenzó calcado: "Que se hace?", "No sé, pero parece que hay brillo", "Ok, yo prendo con agua", "A no si no". Houston: Masa Crítica Alcanzada. Pantalón para comenzar. El recorrido del bus no me lo sé y nunca me lo sabré. Al cabo que ni quería. Rata cuenta una historia verídica que termina con una sonrisa del cuentacuentos. MarioG se baja, "voy a otro brillo cabros, C:ya" dice con patada en el trasero por el autor. RER-A, RER-B y Metro, todos impagos, ya que no sentía la necesidad moral de comprar boleto. Jorgito explica como llegar, de la manera óptima con la menor cantidad de nodos posibles. Código de la puerta incorrecto, hasta que Rata lo intenta con su parsimonia clásica. Prueba superada. Fondo, escaleras. Brillo/tertulia bailable. Chile en una baldoza.
De la noche, el punto alto para mí, excluyendo el invento de la noche o los "vasos antiClaudito", de los cuales me recordaré por largas jornadas, fue la charla técnica con Juampi. Buen cabro también, con una manera de afrontar el derredor completamente transversal a mía. Pocos veces pensamos parecido, pero eso no quita lo valiente para discutir. Fue de esas conversas disímiles, yo iba al sur y él al norte; yo, sí y él, no; para mí de Colo-Colo del '73, para él, el de Borghi del '05. Así todo el rato, yo voy por la A y el por la Z, yo por la B y el por la Y, hasta que llegamos a la Oooooooooooo te entiendo perfectamente!. Aprendí dos o tres cosas, que uno no las ve por... pastel es la palabra que quiero usar, pero me suena a copia. No las ve, porque no las puede ver no más o por una cuestión de tiempo: no está listo para verlas, así de brutal.
Fue luego de eso que lo vi. Luego de la caminata. En el fondo del río. Si me tire sobre la marca a buscarlo, eso queda entre la brigada de delitos acuáticos y yo.
C:

viernes, 22 de febrero de 2008

La Máquina o de como relajar la vida

Imaginese que usted, señor/señorita lector(a), que está en su casa o en su trabajo o caminando por la calle, tranquilo, relajado, "minding your own" comme dissait l'autre, cuando de repente comente la tontera del año. De ésas que usted sabe no se deben cometer, que atentan contra el orden lógico de las cosas, el espacio-tiempo y la juramento hipocrático. Póngase en esa situación por un momento. Si no puede, sírvase leer sobre mi caída en agujeros varios más abajo. Suponiendo que ya pudo, lo primero que alguien de la gallada pensaría sería "menos mal que nadie me vió" o "menos mal que nadie estaba conmigo para que no se riera" o aún mejor, "menos mal que nadie me vió y nadie se va a acordar de esto para molestarme durante el resto de mi existencia cada vez que algo similar pueda ocurrirme al frente de personas que me conocen". En mi caso, usualmente, esto no pasa. Porque para evitar que tan buenos momentos se pierdan del imaginario colectivo está La Máquina, Gustavo Düring (note las cremillas, trademark del socio).
A La Máquina lo conocí en Chicago, a pesar de que fue profesor auxiliar de un ramo de la Universidad. Lamentablemente perdí sus clases magistrales (y lo digo con irónica verdad): a esa hora Los María Luisa entraban a jugar el campeonato Físico-Matemático de fútbol, un campeonato de gran nivel, como uno podría esperarse, pero a nivel de patadas y pasadas de corbata. Al ir a Chicago, ambos tuvimos la espectacular idea de ir a hacer una pasantía en una de las ciudades más heladas del planeta, sin contar el viento que hacía bajar la temperatura hasta menos algunas decenas en una Universidad alejada de bulla, que buscabamos con desesperación. Recuerdo como si fuera ayer esa salida al Green Mill, el bar de Capone: tomando el L con drogos varios, con los dedos casi morados de frío para ver un show de media hora porque cerraban el bar y volviendo en un taxi porque el metro estaba putrefacto. El tiempo allá hubiera sido infinitamente más nefasto de no ser por la continua burla que La Máquina hacía de mi y de si mismo. Creo que ahí aprendí realmente a reirme de mi mismo, carcajada limpia sin restricciones. Porque siempre Gustavo se recordaba de mis "intervenciones humorísticas". Eso unido a la casi ausencia total de vergüenza, me promovieron a comenzar este blog. Gustavo se parece un poco a mi, guardando las proporciones: es más alto, menos jugoso y habla más lento. Pero es igual de relajado que yo (bueno, no tanto) para las cosas que no mueven al mundo. Eso se agradece, en un reducto donde hasta el precio del pan es un delirio de discusión, relajar la vida es importante. Así de relajado fue que nos fuimos a recorrer las islas griegas, eligiendo en el camino que hacer y sin mirar mucho en cuanto gastar. Quizá hayamos cometido algunos errores (mi espalda e hígado los recuerdan por mi), pero fueron más los aciertos, si hasta al final volví con un buen amigo. Esto de no mediar la compra de su pasaje de vuelta desde Turquía: ya lo veía asumiendo su nueva faceta de pescador artesanal en Estambul bajo el nombre del tipo Hakan Utmi.
C:

Sueeeeeeeeeeeeltala o de como hacer el enganche lento más rápido del mundo

"Sueeeeeeltala!", era lo que siempre le decía al Juaco cuando jugabamos a la pelota en el estadio. Cancha de hockey, cincopacinco, pelota que siempre se perdía por arriba de la reja o para abajo del estadio, partidos de una hora alargables hasta que nos echaran, equipo afuera esperando el turno, botella de litro de vital elemento para regocijo general, organización del siguiente y el subsiguiente que nunca se llevaban a cabo, corrimiento colectivo para pagar la suma (estoy seguro que la mesada de Jarita debe haberse mantenido impertérrita a la largo de toda la educación media, no pagaba y no sigue pagando).
El equipo era estándar: Fósil al arco o en su defecto Patrón. A mí me daba más confianza Fósil porque, a pesar de atajar con todo el cuerpo menos con las manos (notables paradas de nariz), no le tenía miedo a la pérdida de fertilidad ni al rompimiento de alguna extremidad en una de sus tantas sálidas karatecas. Patrón, por el otro lado, era menos espasmódico, pero las picaba de René Higuita: más de algún partido lo perdimos por sus salidas "con balón controlado". Atrás jugaba yo. Nadie más. Pasaba hombre o pasaba balón (ahora pasan los dos y me dejan el vuelto por el peaje, pero estamos hablando en pasado participio). Grandes patadas. Pero nunca una pelea, estaban muy bien puestas. Después me acompaño mi hermano Cristián, pero sólo cuando la ocasión lo ameritaba: Juaco en la delantera y un equipo contrario armado de gorditos con dos piernas izquierdas.
Arriba iba la "dupla". Jarita y Juaco. Jarita, el Nazareno del gol, le pegó en el mismo partido con un solo tiro a los 3 palos y no fue gol... 2 veces. Yo estuve ahí. Lo bueno de Jara es que, sin contar su nulo poder de definición y mínima capacidad de sacrificio, era muy sucio. Yo le vi patadas tan fuertes, que me causaron envidia: porque no las pegue yo. Juaco era el motor del equipo: digamos motor a pilas Durabell de esos monitos que caminaban tres pasos antes de pararse para caer de lado y que venden en el cementerio para el Día de Todos los Santos. Había que jugar con Juaco. El enganche lento más rápido del mundo. Y la gente se lo compraba, todavía lo hacen.
El comodín era Felipe. De esos días que le dicimos Blai (el Don se lo puso su fan club, el Juaco). "Soy bueno, soy bueno!", decía Bladimir cuando se comenzaba a pasar contrarios, con una velocidad endemoniada. Jugaba mucho. Digo jugaba no porque entrara en la farándula, sino porque un vil y poco probo huaso futbolista de Colo-Colo sucursal Cumpeo (sip, existe y es único) le rompió no se cuantos huesos del pie izquierdo, en un foul descomunal, grabado por su propio padre ("Ooooh, cagó"). La leyenda cuenta que el entrenador del equipo contrario dio órdenes: "Quiébralo!". Dicho y hecho. Aún así Don Blai siguió jugando, pero como él mismo le contaba a su fan club, nunca volvió a ser el mismo.

jueves, 21 de febrero de 2008

Sin píldora azul o de como me asumieron astronauta


Fue Nicolás Lorenzini aka Nico aka Piky (del colectivo No Molestar, te doy las regalías Nico) quien comenzó con el mito de "Cabezón astronauta". Le conté un día lo que iba a hacer y él siguió con la historia en su creativa psique. Para que quede claro, no soy ningún Klaus von Storch ni nada de eso. Ni tengo la pinta de alemán caucásico ni le pego a volar aviones (esto contando simuladores de vuelo y volantines). El mito se convirtió en realidad, como bien dice Iver, cuando Nicolás contó mis experiencias aeroespaciales a ciertas personas, creyentes y no tanto. Ahi tuve que explicar que diablos es un vuelo parabólico, como llegue a hacerlo y, la mejor de todas, "porqué tú y no yo?!" (Esa es para 4sky, incrédulo hasta la médula). Debo decir que debe ser la única vez que uno de mis trabajos en Física pegó con las féminas (escasamente).
Burrada corta: me subi con disfraz de Top Gun a un avión en Bordeaux que se dejaba caer para hacer un experimento sin gravedad. No es tan placentero como uno lo cree, en parte porque para dejarse caer hay que subir, y para subir hay que acelerar, y para acelerar se pasa por el mareo. Por este motivo, los brillantes creativos del CNES (Comisión Nacional del Espacio y algo con S) te entregan una píldora (que no es azul), rica en nutrientes, carbohidratos, uno que otro somnífero y anfetaminas. Drogos, incluso volando de verdad, uno vuela.

El avión parece sala del psiquiátrico embarrilada en colchonetas blancas para evitar los golpes. Incluso te amarran al suelo para no salir volando. Ustedes podrían preguntarse si quizá yo había estado en verdad en el psiquiátrico en vez del susodicho avión. Para eso puse videos que constatan mi sanidad mental. Sigo con la historia: el AirBus hace 30 parábolas de 22 segundos de microgravedad (o MuG para los lolos) donde, bueno, no hay gravedad efectiva, aunque de repente el míster piloto se pega unas aumentadas de chala terribles y uno aterriza en el techo con el trasero. Si no me creen miren al pobre cabro estampado en el techo en la foto de la izquierda. Luego de las parábolas, de aterrizar, de bajar las incontables bolsas de mareo llenas de cariño estomacal y de pasar el mareo, sólo quedan ganas de irse al sobre. Porque al otro día se madruga, para otro vuelo de astronauta.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Best Time of My Life o de como me caí a un hoyo

Cierto. Una vez me caí a un hoyo. Para que les voy a mentir (aunque mejor pregunta es para qué les voy a contar). Todos los de verdad lo saben, y aún peor, saben porqué ocurrió. Todos los de verdad se acuerdan de eso en todas las, ya legendarias, reuniones de curso, cuando comenzamos a hablar de nuestras torpezas varias. Increíblemente, no es la mayor de todas.
"Cómo te caíste a un hoyo!", pregunta el neófito. "Simple, estando todo oscuro, di un paso y la tierra se me fue de la planta de los pies. Piensa en el Coyote. Es lo mismo pero sin Correcaminos y sin el clásico humito que quedaba cuando el pobre se caía". Sólo después de que alguno de los clásicos le explica (con cara de "si no hay que ser verdaderamente idiota para caerse en ese hoyo") que el mentado agujero era un quemador de basura en el lago Colbún, que tenía 3 metros de diámetro y quizá los mismos de profundidad, y que sólo en el medio (un espacio con el área de una baldoza de cocina más o menos) se podía "aterrizar" porque a algún avispado había botado las mayas de protección de las rejas, alguna que otra teja de aluminio y mucho pero mucho alambre, sale la otra pregunta memorizada a punta de risas, "y cómo saliste?".
"Simple, empecé a gritar/reír 'Eeeem, me caí a un hoyo!'. Llegó Feñita alias Fernando el Tremendo, me dijo 'Claudio, te caíste a un hoyo!', 'Si, me caí a un hoyo', respondí. 'Cómo te caíste al hoyo?!', a lo que yo respondí la iteración inicial de esta conversación. Me levantó del polerón de zopetón y me dejó parado al lado de él. And scene.".
Porqué me acuerdo de esta burrada?, en parte porque me vienen de repente recuerdos de los de verdad. Buenos tiempos, buenos amigos. Conocerlos desde Kinder no es cualquier cosa (tuve que repetir Pre-Kinder, nunca fui bueno para eso de diferenciar colores ni para pronunciar la "s"). Se me repiten recuerdos de cuando lo único que preocupaba era quién traía la pelota o las chicocas. Quizá fue the best time of my life o quizá no, eso se ve al final y recién vamos en el principio. Que todavía se junten y quieran juntarse a esta altura del partido habla muy bien de la amistad, aunque también podría ser una patología asociada a jugar mucho tiempo juntos al Hoyito-Patá. Yo pongo mis fichas en la primera opción. Y en parte también me acuerdo de eso porque este año comenzó de pelos. Después, nadie sabe. Me quedo con un envión terrible y recuerdos mejores. Al final, espero de nuevo caerme en un hoyo.
C:

martes, 19 de febrero de 2008

Yasna o de como jugar un pool a las 4 de la mañana

"Yasnaaaaaaa!". Ese era el grito de batalla de los taxistas que ya bien de noche colmaban el siempre bien ponderado sucucho de Ejército con Gay. La joven (supongamos que era joven) venía, tomaba órdenes, entregaba cafecitos y, lamentablemente, sonreía a los comensales que ese momento rodeaban alguna de las tres mesas de pool que contaba el tugurio. La entrada, llena de aserrín en invierno y de perros que buscaban sombra en primavera, mostraba las perchas siempre vacías: creo que los taxistas tenían miedo que Yasna les viera las axilas trabajadas.
Acá jugabamos pool. Digo jugabamos porque a pesar de ser bien creativo no se puede jugar pool solo. Yo lo sé, lo intente varias veces porque en un comienzo los Marios (Bravo y Guajardo, principalmente el segundo) trapeaban el piso conmigo. "Si no tomai el taco así, no podi decir que jugai pool, poh tongua!", decía el pequeño, que corría siempre a tomar el más mejorcito. Decirle taco a ese trozo de madera pulida, más doblada que fakir en un dieciocho de septiembre, es un poco exagerado aunque he escuchado referencias más brutales en otras partes. Ponerle tiza era un escándalo: hay que hacerlo, pero la tiza (para mí, alias piedra pome) chirriaba al contacto.
"A que jugamos?"
"Color"
"Bola tras bola"
"Pares e impares"
"Qué?, Chico, qué te fumaste?"
"Cambiemos el 'ambience', che gordete".
Elegir mesa era otro problema. MarioG siempre quedaba con lo que llamabamos "pillo estructural", por lo que sólo podíamos jugar en la primera mesa. Hay que decir que luego se volvió un maestro del diablo (en realidad un palo de escoba con un atizador de salamandra del año del níspero). Esa mesa junto con todas sus "gracias" (un gogol de agujeros en el paño, buchacas racistas que no dejaban entrar la bola 8 ni la 9, aserrín que caía del techo cada vez que golpeaba con el taco el suelo) fue clausurada. Nunca entendí porqué. Incluso jugabamos a oscuras cuando con rompí con un taco el tubo fluorescente. De a poco nos moviamos a la mesa de los "mataos", los taxistas vetustos que jugaban hasta que saliera el sol para sus turnos. MarioB tenía la ventaja por alcance en esa mesa. MarioG, el diablo y mucha suerte. Pasamos luego a la del fondo, a la mesa al lado del "comedor", donde uno pedía las Bilz y las Pap. Donde estaba Yasna haciendo los "shurrascopaltatomateconpapitas". Donde uno pedía las bolas, la tiza y la cuenta, siempre del orden de bicocas. Donde el pequeño miraba a ver si la encargada del local se aparecía: Marito y ella en una película de los 60's en blanco y negro. Bien kitsch.
Esa era la época del Tangueo, donde nos molestabamos con todo y por todo. "Andrius" decía el petizo y movía el taco cerca de la buchaca. Yo respondía con "San Martín" y le pasaba la tiza por la cabeza. "Cámara amiga" con la tiza en la buchaca. "Sin contacto!", era la regla que siempre se rompía. No había injerencia que no valiera.
El camino de vuelta al hogar siempre era similar: "La otra te la gano", "La quince fue un bolón", "Ando sin punto de bola", "Estaba muy buena la vieja", "Carambola!". Y la hora era siempre más o menos la misma: excesivamente tarde. Quien me manda a estudiar con los Ms, si yo ya sabía la conclusión del estudio: un pool a las 4 de la mañana.

Tus Diez Años o de como mantener una relación de amor-odio

Caminando con la Máquina desde la nueva casa de Rata, creativamente llamada la Ratonera, hasta la mía, me puse a cantar Tus Diez Años. Tus Diez es pegote. Hasta me atrevería a decir que es un buen tema. No tomen eso como un juicio de valor absoluto: hay días en que encuentro bueno hasta el timbre de mi casa. Pero para mi, durante el pique largo desde Porte d'Orleans a Olympiades, fue un buen tema. Incluso, llegando al departamento, busque el disco con la carátula más humilde que tengo y me puse a escuchar a Lagar, el grupo de José Guajardo, cuando tenía más pelo y menos panza. Debería pedirle algún tipo de regalías arancelarias por nombrarlo acá, pero probablemente las esconda en el slang economicista y termine yo pagándole por usar su trademark.
Hubo un período en que los Guajardo, Mario y José, fueron, lamentablemente, parte integral de la vida universitaria de los habitantes de mi hogar en Chile. No por opción propia, sino por opción de ellos: idea de broma era despertarme a las 3 de la mañana para decirme que la luz de la cocina estaba encendida, porque como nunca lo presupuestamos terminaron viviendo al frente de nuestro departamento. Lo peor es que esto se remonta a los días en que vivíamos en el mismo barrio de la infancia, jugando con la misma pelota, y recordando la misma acidez característica. Al final me terminé acostumbrando al antiácido antiGuajardo. No es que se hayan vuelto más básicos en su pH, sino que la cubierta es más resistente a quemaduras. Una verdadera relación amor-odio, una parecida a la que generó la inspiracón para Tus Diez Años (ese es otro cuento que no contaré). Al final, y esto Mario lo puede comprobar in-situ, tanta acidez esconde un lado divertido que puede hasta alegrar el día. Es un error escribirlo: cualquier cosa que diga va a ser usada en mi contra. Si no lo creen, preguntenle a los Guajardo.
C:

lunes, 18 de febrero de 2008

El caso Rata o de como se sonríe genéticamente


De la manga de transeúntes en mi estadía en las Europas, uno a pesar de querer conocerlos a todos, sólo se acerca a algunos. No sé si es una cuestión mitad "justo me toco conversar con ella en el metro" mitad "tambíen te gusta la palta?", o sencillamente las tejas caen de enteras o se rompen. Yo opto por esta opción. Bueno, la cuestión es que Rata (Cristóbal Arratia es su nombre, acuérdense de él que le pongo la ficha) es de la tejas que nunca se rompen. Es como de zinc, pero ese con asbesto, mucho mejor que Pizarreño. Al cabro me tocó conocerlo en tercer año de Plan Común en la FCFM de la Universidad de Chile, donde los dos cometimos el "error" de estudiar Física. No te puede caer mal Rata, creo en parte por esa sonrisa genéticamente dispuesta: el mismo afirma que tiene el labio superior más corto. No hay como pelear contra eso. Y a él es muy complicado que alguien le caiga mal, a menos que verdaderamente se dedique a quemar bosques de alerce nativo para poder construir campos de concentración (aunque estoy seguro que Rata reflexionará concienzudamente sobre si lo anterior es suficiente para odiar al personaje en cuestión). Como de a poco la gente comienza a abandonar el barco, a final de la carrera sólo quedamos 3, y los tres al final nos vinimos a París a continuar el Doctorado en Física (error número 2?), por lo que a Rata no lo puedo engañar con ninguna salida trucha: se las conoce todas.
Lo que si hay que decir del mentado personaje, es que con toda seguridad, es el más distinto de los distintos. Acá hay para rato, pero para muestra un botón, es la única persona que conozco que tiene parálisis del sueño, no puede despertarse y sólo puede "respirar más agitadamente"; él asegura que hay más casos clínicamente probados, yo cito a Santo Tomás. Su primera parálisis, fue la consecuencia de un sueño que incluía una pieza blanca, un negro con afro, un delantal de asesora del hogar y un "chancho eléctrico". Está de más decir que la historia la contaba riendo.

domingo, 17 de febrero de 2008

El prendimiento colectivo y una que otra bota roja

Felicidad, esa de Vicentico con Calamaro sigue sonando en mi cabeza y repercutiendo seriamente en lo que alguna vez pude llamar voz. La de ayer fue una noche larga de recuerdos más largos, de esas que cuando comienzan ya uno sabe que no quiere que terminen. Y que cuando terminan uno no puede esperar mucho para que vuelvan a comenzar. Y (me gusta empezar las frases con "y", solo para joder la cachimba) lo mejor de todo fue que alcanzamos el prendimiento colectivo, ese estado en el que todos los comensales, vecinos, invitados y paracaídistas varios no pueden no pasarla bien. No soy mucho de comparaciones, pero en París, la gente es de trote corto, así que si a la cocción le agregan un poco de la Máquina, Rata, Mario+Carola, Jorge y Claudito... agárrate Josefina que vamos a galopar. Nos faltó Aiver porque el cabro las anda picando de galancete en todo lo que son las Bélgicas.
Me gustó el prendimiento colectivo. Eso de mirar al lado sólo para ver risa. Y pa' darla. Entre nosotros no es tan difícil (es lo normal), pero pónganme alrededor un turro de franceses y ya la cosa se complica. Se puede, siempre se puede, pero esta vez no hubo necesidad de esfuerzo. Sólo llegamos a completar la tirada de casa por la ventana. La casa que se tiraba, para los que quieran saber, era la de Mael. Buen cabro (se sabe porque cuando sus amigos hablan de él, no lo hacen con la cara seria), según Mario, "un chileno adoptivo". Imagínense lo bien que la debe estar pasando limpiando el piso.
Nota a parte a la bota roja de esqui que me pillé en la calle. Si alguien la ve, déjela como está. Me costó su resto.
C:

sábado, 16 de febrero de 2008

Tipica primera "entrada"

Como debería empezar esta burrada? Me imagino que, de manera estándar, casi por antonomasia, uno esta obligado a comenzar con algo como:

"Bueno, esta es la primera entrada en mi nuevo blog, que es fenomenal, el "descueve", la patá y cualquier adjetivo calificativo digno de ser preguntado en la P.A.A. ..."

En verdad, esta burrada comienza porque sí. Bien BigBangtheory-esco. Es porque es. Y luego no estará, porque, como los ágiles lectores pueden deducir, no estará (premio para el caballero del fondo, el con bisoñé, que adivinó). Mientras exista, burradas y otras hierbas escribiré. Todos tienen algo que decir, y lo bueno, es que no todos tienen que escucharlo. Idem con lo escrito. Recomiendo profundamente que no me lean si tienen cosas mas interesantes que hacer. Yo no me leería siempre. Pero, de vez en cuando, hasta los perros caminan en dos patas...

C: