El título lo dice todo. Bueno, no todo, pero muy cerca del todo. 99% del todo. Casi todo. Solo le falta decir que hierbas, y esas me las se yo no más.

domingo, 30 de marzo de 2008

Noche un tanto oscura o de como hacer un moow

Que levante la mano el que nunca se ha reído de sus fotos "con los antiguos", concepto de la Bambi que pegó más que engrudo una de esas noches muy nobles y muy leales. Paréntesis. Para ser completamente franco (no lo soy, soy C:, pero sígame la corriente) a mí nunca me pegó mucho el engrudo; cuando chico realicé muchos intentos solamente consiguiendo quemar la paila donde preparaba el vil menjunge. Luego la paila radiaba un hermoso perfume mezcla entre crema de depilación y vajilla sin lavar por 1 semana. Fin del paréntesis.
Para romper la rutina diaria del tele/palta/tele, salí un rato a cazar tutururus. Media cuadra a la rotonda y ya me baja el aburrimiento pueblerino. Aún así, con total convicción de no seguir apernado al sillón en frente de la caja idiota (otro ufemismo: el idiota es uno, no la caja) sigo caminando. Salgo del loop cuasi peripatético (no había nadie a quien conversarle, pero aún así aprendi una que otra cosa) y sigo caminando. Ya luego de dar dos o tres vueltas a la manzana, muy cerca del I know that tree de las películas yanquis, me decidí a volver con el rabo entre las piernas a la casa. Entonces vi a la Bambi y comenzamos la chacota. Para enegrecer aún más la noche, fuimos a ver a la Maka.
Debo conocerla desde que repetí pre-kinder. En tamaño no ha cambiado mucho, en temática de sus dibujos tampoco. Quizá por eso es tan buena en lo que hace. Me mostró sus proyectos a corto plazo, los famosos MOOW. Ya los verán en las tiendas más cercanas a su hogar (salvo el almacén de Don Mame, que ya no vale: el viejo está senil y siempre me vendía bombitas de agua con hoyos). Me encargó emperifollarle un poco la historia de sus artefactos, a lo que respondí con gusto. Después de ver como mi cara de poco ágil no ha cambiado mucho desde los días en que uno tenía que usar delantal (debería seguir usando, tengo todas las poleras manchadas con algún producto químico que claramente se encaprichó con la tela) y varios pares de rodilleras para los pantalones, unas sobre otras, por la usual pichanga del recreo, me despedí de las dos negras para volver a sentarme en el vil sillón.

C:

Ya, pero piola o de como el control se me escapa

"Hola, mi nombre es C: y soy un Saltador Compulsivo".
Ese debería haber sido mi presentación oficial, cada vez que llegabamos a una fiesta junto con Iver y el grupo de apoyo. "Ya, pero piola" es lo que se me pasa por la cabeza al principio.
Varios artefactos, electrodomésticos y aparatos de calefección han pasado a mejor vida gracias a las peripecias del conjunto de pelamazos. Si bien lo recuerdo, la Máquina aún tiene una deuda pendiente con la calefacción central de cierto departamento. Aún debo a Maël un espejo, una botella y una silla, que pasaron a mejor vida luego del paso del Huracán C:. Esto de saltar porque sí no es nuevo, tiene historias múltiples en múltiples lugares. Sólo puedo hablar por mi mismo (y algunas de mis múltiples personalidades): el comienzo debió haber sido en el nunca mal recordado "paseo" (que más pareció genocidio neuronal) a Pelluhue, balneario del litoral central cerca de la muy noble y muy leal. Balneario es un tanto exagerado, la palabra le cuelga al villorrio, aunque se jacte de tener página web punto com. En una cabaña que luego de nuestro tormentoso paso por sus piezas pasó a mejor vida, junto con varios platos, vidrios, camas y uno que otro muñeco de primera comunión, mi cabeza dejó marcas con forma oval en el techo. Para mí defensa, el techo era muy bajo. Y yo no fui el único que se estampó: la Bambi no salió indemne del tugurio formato Tatoo ese.
Cuando ya creía que estaba condenado a tener que restringirme a movimientos circunspectos, me doy cuenta que juguitos de pelota hay en todas partes. Bueno, no en todas partes: intentar que un francés se saque un pasito, es provocarle fractura de coxis, por lo menos. Al final, casi como los Cazafantasmas, llegamos a arreglar en entuerto de la fomedad (o la falta de jugo, your choice). Junto con Iver, Rata y la Máquina, empapelamos el cielo de la MPF con marcas ovales. Mucho salto, buen ejercicio cardiovascular dice el médico típico invitado al Buenos Días a Todos: lo único que basculaba era mi vaso. En otro rincón, M y Carola, miraban prestos a meterse al ruedo. Es inherente, parece. El control se me escapa. Lo bueno, es que no soy el único.

C:

viernes, 28 de marzo de 2008

Amigdalitis desgobernante o de como Francisco Frías Valenzuela me cambió la vida

Creo que fueron 10 veces. Del orden de, en todo caso. Es que no podía ser de otra forma, si pronunciar la R era un suplicio en la vida cotidiana; decirlo en frente a una cámara, en frente de 6 tipos mirándote con cara de señor Lápiz en el "parece quese va a equivocar...", en frente del mismo idiota que esperaba hace una hora que pasara la maldita línea para poder ir a comer o por último ponerse algún poncho más arropado que el disfraz de fraile, debería ser para perder la cabeza (o ambas, en algunos casos).
"Desde que lo des... Nope, lo siento, otgra vez". Desgobernar debió haber sido de esas palabras vetadas como el nombre de la polola que te patea porque te puso el gorro con tu mejor amigo y después llamó a Pasiones para contar que estaba esperando un hijo de tu tío que en verdad es tu papá, pero que tiene una enfermedad incurable transmitida por tu perro y la única cura es una transfusión de médula ósea que te dejará lamentablemente infértil.
La escena repetida una veintena de veces llegaba a ser cómica per se: era humor morboso por lo ridículo. Yo me reía a carcajada limpia. Poco sabía yo que el clásico riéte ahora que después te va a tocar es tan inalterable como la ley del infeliz de Murphy.
Cuento corto: C: vestido con pantalones cortos y nada más en un día de invierno, metido hasta las rodillas en un pequeño arroyo en el campo de 4sky. Hora de la imbecilidad, pongámosle 9 de la mañana, aunque pudo ser antes, pero para el fin último de la historia no suma ni resta.
Diálogo corto, pero por amor al arte (o a la estupidez, otro tipo de arte en mi humide y reducida opinión) se me ocurrió decirlo unas cuantas veces más. A un costado, casi toda la sarta de idiotas se preguntaba si tendría frío. Todos, excepto Patrón. Completamente imbuido en el personaje de un Carlos Pinto un tanto rechoncho y malas pulgas, solo fumaba su enésimo cigarro.
Luego de secarme lo mejor posible, noto ipso-flatus la garganta "tomada", como diría la naranja. Para C: eso significa automáticamente Amigdalitis y cama por dos días mínimo más pinchazo de antibióticos en cinco. Seguro, más que un Descartes del ego sum. El tiempo en cama no tuvo sus complicaciones: Patrón y compañía me pasaron a ver no sin antes contarme que se robaban mis comics (sí, mi nombre es Claudio y soy un ñoño, souguat?) para venderlos en la 11 oriente. Yo les respondí (en parte por el sopor de la fiebre y en parte porque me importaba más desestabilizarlos que la pérddia de libros) que yo hacía lo mismo con sus libros de Biología, Religión, Castellano, Matemáticas e Historia. Este último, el rojiazul Francisco Frías Valenzuela fue la causa de la sustracción: 4sky, en una de sus escapadas sin moral, sacó mi mamotreto, y sin ningún tapujo, le puso Tipex (yo digo Tipex, soy de provincia, otro souguat para los que digan licuid o corrector líquido) sobre mi nombre y escribió el suyo tal cual. Dos meses después, en un trabajo en biblioteca, me doy cuenta que su libro tenía las mismas marcas que el mío. "Que raro", dijo C:. A contraluz en la ventana se veía el clásico CFB, y escrito sobre él, la caligrafía kinderesca de 4sky. De picado comencé con las escapadas. Si alguien tiene hermanos pequeños que quieran saber como funciona la clorofila o que es un verso alejandrino, libros con estas respuestas y muchas otras aún me quedan. Creo que también me "sobran" un par de rojiazules mamotretos de Historia.
C:

jueves, 27 de marzo de 2008

La vuelta o de como volver a la rutina

Me gustó y no me gustó volver a la tierra gala.
Se me había olvidado el "aroma" francés. Menos mal. Lo malo es tener buena memoria, en este caso la olfativa. Es casi como cuando uno se acuerda del olor a auto nuevo, a asado dominical o naftalina en los típicos vestidos viejos de la abuelita. El olor medio putrefacto, medio ácido y entero franchute del RER-B te pega como siempre: de una y sin misericordia. No sería mala idea de los creativos de Glade de inventar un "Glade RER" (incluso con diferentes fragancias, A, B, C, D, E y Unisex). Pueden ocupar al mismo cabro chico con pinta de malanga para la publicidad. Regalías para ustedes. Yo no toco ni un cobre, salvo el placer de parapetrar el golpe aromático europeo.
La vuelta fue menos traumática que las anteriores, un poco por ver el término a la vuelta de la esquina, otro poco para aprovechar a mango lo que resta. Soy una tautología y contradicción, envuelto en paquete económico, que puede ser suyo por sólo $9.999. No le digo llame ya, porque le puede salir fuera de presupuesto una llamada desde los Chilitos.
Hubo bienvenida en el Pantalón. Preguntas con respuestas tipo Miss 17, pero con puros participantes troll, partiendo por su servidor. Hasta que llegaron las señoritas. Aún con el cambio de hora puesto como poncho, aguante un rato. Las dos palabras que más solté, casi como reflejo (para otros, reflujo), fueron palta y tele. En ese orden: 4 por día de la vital nuez y el resto en módicas dosis televisivas. No le hago mucho asco al contenido, siempre y cuando lo pueda ver. Como siempre, llegue tarde y me fui idem. Al otro día comenzaba la rutina. Bienvenidos a Paris.

martes, 18 de marzo de 2008

Talca o de como un pueblo chico es un infierno grande

Esta tiene nombre y apellido (nombre no más porque el que sabe, sabe). M, la siguiente libación jugosa es para ti.

C: viene de Talca, pequeña ciudad al sur de Santiago, lo que para mí significa algo así como "soy el hermano chico del vecino de ..." en jerga geográfica. La muy noble y muy leal, como decía en algún panfleto algo regionalista, tiene como gran antecedente ser la ciudad donde nunca pasa nada. Piki podrá alegar que esta definición es pre-él. Yo estoy de acuerdo, siempre y cuando muestre las pruebas empíricas y feacientes. Lo cierto es que en este lugar, para C: nada cambia, y si lo hace es de una manera adiabática-cuasiestática. Para muestra un botón (nunca he entendido porque hay que mostrar un botón, porque no un cierre o un cuello que son más decidores).

Despierto sólo, cosa que en Santiago o cualquier orbe algo más cosmopolita no es posible, sea por la cantidad ingente de bocinazos y "echadas de foca" o por el ruido propio del movimiento céntrico. Acá uno se despierta sólo... sí, es verdad, estoy de vacaciones, pero eso no quita la veracidad del asunto. Me acerco raudo al desayuno contundente, que viene siendo el mismo desde que entré a la U: pan con palta y café/té. Si no hubiera alguna parte imprescindible del tándem, no sería desayuno. Salgo de la cama con esfuerzo hercúleo (ojo con el acento ah) y paso cerca de cuatro horas sopesando los quanta de tiempo que pasaré en el sofá al lado de la tele surranusaun y en la hamaca al lado de la piscina. En todo este tiempo, jamás se me pasó por la cabeza ducharme o algún proceso higiénico, salvo el natural y necesario cepillado dental. El almuerzo cae como de cajón a la una, justo cuando ya me aburría de ver una que otra película del cable, de esas que pasan directamente al DVD por ser más malas que el Chacal de Nahueltoro (el personaje, no la película). La tarde corre sin prisa, hasta que llega la noche y el calorcito se disipa en fomedad. Pîki llama por teléfono para juntarnos en la plaza. La jungla pokemona espera: matas de pelo más ponceos varios se daban cita al frente de la catedral. Con un poquito de antonomasia cristiana, pensaba, mientras me bajaba del coleto número once. Caminando un rato, me llega una palmada en la espalda. "C:, otra vez por acá?", me dijo Julio Gil, con sonrisa PeP y uno que otro pape en la cabeza. Historias varias sobre el ir y venir en el pueblo este, y que no vienen al caso. Otra palmada en la espalda. "C:, otra vez por acá?", dice un Piki que cada vez parece más alemán caucásico. Más cuentacuentos. Caminamos rumbo a un tugurio (la Leonera, lugar excento lamentablemente de Leonas), donde nos encuentran uno que otro amigo del DJ. "C:, otra vez por acá?", dice saltando de la nada uno de mis amores de infancia, de esos que no se ven en años y que no se olvidan nunca. Me pregunta por el que dirán y por el que dijeron. Pero eso no importa, porque toda mi historia ex-Chile la conoce como si hubiera sido escrita por el puño y letra de mi señora madre (no el puño, diría más que todo su proverbial verborrea). Talca verdaderamente es un pueblo chico/infierno grande. Probablemente mañana el que quiera saber donde estuve ayer, lo sepa. Y el que no quiere, también.
C:

sábado, 15 de marzo de 2008

Deberías dormir o de como echar la talla

Duermo poco, bien poco. Es el concenso general entre mis pares (e impares también).
Puede ser por culpa de Carcuro en el De Pe A Pá: a cualquier infante le daría miedo la risa del pobre colorado por la noche, muy al estilo "It, el payaso diabólico". El fondo del asunto es que desde Beaucheff en más, mi tasa de sueño por día se redujo a tres o cuatro horas diarias, recordando por supuesto los maratones de Mecánica Clásica en el lar de Vergara, donde seis o siete pelagatos se esforzaban para tomar café, no jugar pool y terminar "la tarea número gogol" (entre ellos destacaba un tal M, haciendo gala de su falta de lápiz, cuaderno y hojas, pero exceso de talento) pasando en banda de Jueves a Viernes.
Ella también duerme bien poco. Incluso menos. Me la topaba a horarios inverosímiles en la red (entre las Europas y los Chiles hay sus buenas cuatro horas de diferencia), es decir cerca de las cinco o seis de la mañana. Aún más inverosímil era su lucidez a tal hora del ñafle, y las ganas de echar la talla con C:, en formato incoherente por los mismas problemas de somnoliencia. Pris se volvió de a poquito en una de las mejores compañías nocturnas, trayendo la buena conversa cuando Juanito no funcionaba o cuando por mi ñoñería absoluta (a pesar de no creer en absolutos, esto lo es) me quedaba trabajando en el Lab. Siempre quedábamos en juntarnos en Chile, cuando volvía en los esporádicos viajes transatlánticos. Y siempre el mundo decía que no.
Esta vez nos echamos el mundo al bolsillo (literalmente no poh, no soy ningún Arquímides para poder pretender de palanquear al mundo). Me traje desde los parises un buen té (Máquina, a la vuelta espero tus improperios), que al parecer pudo contrarestar el efecto nocivo del dormir 3 horas en 2 días. La vez que hice algo similar, la temblorina se apoderó de mí. A la flaca, esto casi le resbala. Horas pasaron en cosa de Minutos, entre discusiones a bajo volumen. Al final, guardé las hierbas para otra vez, cuando una flaca con menos sueño y apuros tenga tiempo de echar la talla.
C:

Largo tour o de como conocer Sanhattan

Creo que la manía del caminar viene de memorias e historias de mi papá cuando contaba que caminaba desde el Estadio Nacional (desde el pilucho para ser preciso) hasta la residencia universitaria en Molina, al lado de la Facultad de InJeniería de la Universidad de Chile, en los tiempos del Golpe de Estado. "Con una piedra en cada mano", es la frase que me retumba. Nunca supe porque no llevaba más, si tiene tanta puntería como gusto para las comidas, i.e., ni uno. Eso pudo haber motivado la cuasi-patología de C: del caminar. 4sky puede contar algunas historias de arranques caminantes, desapariciones nocturnas y eteces incluidos. C: tiene buenos recuerdos de tertulias caminadas con tipejos cerca de Plaza Italia, casi por aburrimiento mutuo o acción etílica retardada.
El día estuvo soleado, con visitas conversadas al lar de Vergara. La noche no estuvo oscura, sino muy por el contrario, bien iluminada por los chorromil guats de potencia (esto de conservar energía es del Padre Gatica o sencillamente están gastando los "gastos no mencionados" de Provoste et al.) en todas las luminarias. La idea era celebrar a la Clau Manresa: ya puede usar su diván bien ganado y psicoanalizarme; eso si, lo que resulte de tal intervención, no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
"C:, esto queda en Vitacura, a la altura del nueve mil", dijo la Clau.
"C:, esto queda en algún lugar de la Mancha cuyo nombre no recuerdo", entendio C:.
No importa. Con direcciones vagas, comencé el recorrido. Pero lo hice a mí modo, que por ningún lado es el óptimo: comencé a caminar desde Encomenderos con Vitacura hacia arriba, fijándome de no morir en el intento (tengo cierta tendencia al atropello). Hay varias cosas que son distintas mientras más crecen los números: de partida, la cantidad de nombres yanquis en las calles es superlativa, nunca había visto tantas ciudades estadounidenses escritas, una tras otra. Otro item en aumento es también la cantidad de Algo-sushi que pueblan la avenida, como si quisieran llenar a Vitacura de pescado crudo. Buenos restaurantes hay también (no es la idea hablar como Yoda todo el tiempo), lo sé porque entré a un par, solo para ser desilusionado por lo escueto de mi presupuesto. Ya cerca del cinco mil, comienza la invasión de concesionarias de automóviles, una tras otra, que me recuerdan mucho a la Vega Central donde todas las caseritas van a comprar la misma burrada pero en diferente envase. Al final, pasando el ocho mil comienza la partuza de las boîtes de nuit, donde con mi pinta me dejarían entrar para solo limpiar los baños. En La Previa fue la reunión para celebrar a la nueva psicóloga y coordinar su ascenso europeo en los abriles. Luego de dos trigueñas decidí volver, nuevamente a pie. "Si puedo hacer el alé porque no el retur?". Me reí su resto con la calle Las Catalpas por motivos de infancia: si a alguien le han pegado un buen chirlito, imagíneselo con el fruto del árbol ese.
Alguien sabía que L.A. Gear todavía existe?, ya la hacía extinta junto con Brooks y Free pero al parecer el último bastión sigue vivito y coleando. Ya en 11 de Septiembre, dos vetustas señoras intentando de sobremanera parecer quinceañeras les pedían salsa a tres pseudo-pokemones que con grotescos carachos le hacían increíblemente el empeño. La vida te da sorpresas, me dije pasando rapidito y mordiéndome la risa, sin ni una intención de mover el esqueleto.
Ya más cerca de lo común para C:, en Plaza Italia, tres sociates me ofrecían sorbos de Doragua, para los contertulios. "Carretiémosla terrible la cerveza", decía uno al que nunca le pude entender el nombre. Los otros dos, parapetrados en yoqueis, sólo se reían de la falta de equilibrio del tercero. Dos sorbos más tarde, volvía al caminar. En el Paseo Ahumada, nada. En San Diego, la típica viejita que vende maní tostado seguía al lado del paso bajo nivel. En los Héroes, dos "lolas" (estoy siendo generoso) buscaban "conversa". Muerdo la risa de nuevo y sigo caminando. Al fin llego a Vergara de vuelta del Largo tour, pero ni por Pudahuel ni por la Bandera. Probablemente, vi Sanhattan tal como es.
C:

jueves, 13 de marzo de 2008

Comer un Centella o de como sacar pica

Fue mi lujo en Viña del Mar.
No fue caminar por la playa, ida y vuelta, dos o tres veces, con patas mojadas y guata al aire, mirando sin tapujos al producto femenino nacional.
No lo fue tampoco disfrutar días de sol: cuando digo sol, me refiero no al que pega como condenado; como Martín Vargas, sino al que calienta suficiente para andar en pantalones cortos, polera y shalas Condorito.
Tampoco lo fueron las conversas con Blai, con vista al mar y una trigueña de 40. Grados, no años.
No lo fue tampoco disfrutar la compañía de Prima. Un beso, un abrazo y una caja de chocolates para ella, aunque claramente me quedo corto. Un Taj Mahal, pero en vida. Buenas comilonas, conversas y pelambres. Recuerdos de cuando Claudito ponía trampas "a los malos" en San Javier, que mi abuela terminaba gatillando, ergo, charcazo limpio a C:. O de cuando mi hermano Aistán le decía a mi mamá "Las ovejas pican?", refiriéndose a las 3 o 4 abejas que tenía encerrada entre sus manos.
No lo fue tampoco ver viejos/nuevos o nuevos/viejos amigos.
Tampoco lo fue ver tele. Mucha tele. MUCHA... TELE. Y no en una tele pequeña, sino en una del porte de Laos o Myanmar, con surraunsaun formato estarguars.
No, el lujo fue ese helado amarillo y verde, con colorantes claramente cancerígenos. Mi lujo fue ese Centella.
C:

miércoles, 5 de marzo de 2008

La despedida o de como lo va a hacer C:

Esératespératespératespératespératespératespératespératespératespérate.

Voy y vuelvo, ah. Es sólo un pequeño corte en la rutina diaria del estudiante de postgrado, del parisino de medio pelo. Dos semanas en la larga y angosta franja de tierra, ex-Capitanía General de Chile. Para los que quieran seguir a C:, así como en La Tierra en que vivimos, pero con más cachalotes, un corto itinerario:

Hoy en la noche, despedida en el segundo hogar. El Pantalón recibe a la Asefe (el que sabe, sabe; el que no... lo siento, para usted... no, no alcanza) en pleno para despedir a Claudito. Traigan el sentido del humor, provisión de jugo (de preferencia Jicorijil, porque no tiene tartazina ni rojo-40) y una carretilla para trasladar los despojos de lo que será C: al final de la jornada. Para esta cruzada de amor, por cada invitado que llegue, C: deberá sumar una blonda. Jorgito debe estar pensando:

"La venganza es un plato que se sirve mejor frío"
Proverbio Klingon

(No, no soy un trekkie, pero los que me conocen saben que cuando chico lo priomordial en mi vida era ver tele. Incluso cuando Ricardo Montalbán no tenía a Tatoo al lado).

Jueves, C: se embarca en el vuelo más largo de su historia aeronáutica, con bella escala en Ezeiza de 5 horas, entre las 2 y 7 AM. No importa, palta en el horizonte. Llegando al Arturo Merino, no haré un JuanPabloSegundo por respeto y porque como voy a saber yo por donde anduvieron los aviones?. Hermano pequeño estará mascando tiempo esperándome a eso de las 8 AM. Para los que piensan que eso es temprano, nunca lo han visto despierto a las cinco de la mañana con cara de haber estado despierto desde las tres. Para él, esto del despertar es una bicoca. Directo al hogar, ducha y colación. Una que otra llamada a los de siempre. Una que otra llamada a los de nunca: no por no verlos, uno no piensa en ellos. Le debo una agüita a una flaca. Y un disco del trío Toquinho, gordo Vinicius y su infaltable vaso de güisqui.
Fin de semana de hermanos, que se extrañan como Fittig al calcetín, de preferencia con torta de lúcuma manjar nuez en el café Colonia (sí, suena bien femenino, pero si usted no ha probado esa torta, mis sinceras disculpas por perderse una escalerita al cielo). En algún recodo deberé encontrarme con las viejas glorias del "B", en especial con 4sky, principalmente para que me saque pica con lo mal que lo pasó en los Brasiles y que juego nuevo de Wii la está rompiendo (a él y al control, juguito de consola el personaje), y la Clau, otra C:, pero menos, mucho menos limítrofe.
Lunes, increíblemente, trabajaré un tanto en la mañana. Naaaaaaa.
Parto en la tarde en algo parecido a un bus destino Viña del Mar, para encontrarme con Blai y Prima. Bladimir siempre sorprende. Prima, no se queda atrás; aunque no la veo hace mucho, no me extrañaría que todavía se sepa las yayitas que hacen que C: tome color tirado a tomate. A una flaca le debo un almuerzo. Luego de usufructuar suficiente de la nunca bien ponderada hospitalidad del porteño, emprenderé rumbo a la muy noble y muy leal, no sin antes pasar a la capital para despedirme de los negros.
Jueves en Talca. Abrazos de media hora, más buen zamarreo para los viejos. Molestias varias a los amigos, visita a la segunda madre: el refrigerador, pletórico de alimentos y de la más linda... la palta. No sé porque Neruda se saltó la vital nuez. Padrinos I, II y III para P. Fósil, con o sin orcos, y Jarita me tendrán ocupado la semana entera. Asado donde Jenaro, me lo merezco.
Domingo, vuelta a la rutina parisina, del parisino de medio pelo.

C:

martes, 4 de marzo de 2008

Me lo tenía merecido o de como los amigos se acuerdan

Fueron varios. Y me acuerdo, no tanto porque dolían, sino porque me los merecía todos. Si fui bien, pero bien Gilberto.
Alvaro era grandote, con una cierta semejanza a Donkey Kong, pero a dieta de repollo, y yo parecía pitufo atacameño al lado. Y más encima medio torpe (lo sigo siendo, lo escondo mejor). Jugabamos volleyball todos los recreos del colegio. El que piense que es un deporte un tanto, como ponerlo, suave, nunca ha recibido un pelotazo en la cara. O en otras diversas partes del cuerpo, de misma o más elevada alcurnia. En realidad, lo único que hacía a esas alturas del partido era jugar, sea a la pelota, al notable hoyito-patá (donde siempre perdía al final del recreo, ergo patadas mil) o al "pescadito" con la pelota de volleyball. Recuerdo bien que Patrón, con su exquisito y totalmente traslúcido sentido del humor, gustaba intentar patear la redonda a alturas insospechadas. Nunca entendió que su coordinación motora apenas le permitía subirse el cierre del pantalón, menos empalmar de buena manera la esférica.
Jugabamos y jugabamos. En parte porque nos creíamos buenos (hay gente que cree verse bien vestido de paracaidista, porque yo no, digo yo?), en parte porque no había nada mejor que hacer, comparativamente hablando, y por ellas. Creo profundamente que la motivación principal de todas las actividades (con la única excepción del sóquer) son las mujeres. Y si hubieran visto a la selección femenina del colegio, se cambiarían enseguida al partido político "Claudito tiene la razón", número de socios: 1 (si cambia socio por miembro, funciona igual). Si no me creen, el mismo Patrón intentó jugar un tiempo. La motricidad fina, y ese iracundo deseo de no hacer nada, le ganaron el partido. Juaco también lo intentó. En su caso fue más que todo lo que llamamos pillo estructural.
Jugar con ellas era el lujo. Obviamente, jugabamos más suave. Ellas, no. Al final, encontramos el buen medio: ellas pegaban lo más fuerte posible, nosotros poníamos la otra mejilla. Y luego la otra. Y la cara entera. Cara de gil. Esa debió haber sido mi cara cuando, en el medio del enroque, espeté la tontera. Claramente, saqué risas de todas. Mías también. De todos. Bueno, de casi todos. Alvaro ya sabía que mañana me tocaba, así que poco me dijo. Mucho hizo al día siguiente. Botado en el pasillo, recibiendo "uno que otro", me reía igual. El, aunque no quiera decirlo, también.
Eso me dijo cuando me llamó hoy, desde Toronto, Canadá. Con su señora y dos hijas. "De las tonteras que uno se acuerda", decía. "De las tonteras, uno se acuerda", corregí con risa. En verdad, de las tonteras con los amigos, uno se acuerda.

C:

sábado, 1 de marzo de 2008

La Ratonera o de como no soy Romario

12:47 AM. 12...47. Lo hiciste otra vez. Lo hiciste. Otra. Vez.
Por creerme Romario. Por culpa de Rata y compañia. Por culpa del prendimiento colectivo. Por mi gran culpa.
Era el compromiso deportivo de la semana. Pegar patadas y salir ileso. Alguna que otra cachaña. Amasarla, acariciarla, darle permiso y dejarla correr, pololearla un poquito. No podía faltar. Yo pensaba que si o baijinho infernal lo podía hacer, porque su modesto servidor no?.
Salgo rápido del sobre, me pongo encima lo primero que encuentro y que no se asemeja ni a un traje de payaso ni a un disfraz de astronauta. Llaves? sí, Dinero? para que, Llaves? sí te dije, Celular? batería baja pero la intención es lo que cuenta, Balón? desinflado, Mapa de como llegar? en un variedad diferenciable bidimensional cualquier browniano llega al origen de nuevo (si no entiende esto, no se preocupe, un matemático le podrá explicar para confundirlo aún más).

Llagamos donde Rata en masas. Hasta las masas. Con buena provisión y sin uno que otro desertor, de los cuales no me referiré porque, aunque no tenga que pagar por utilizar el recurso internet, me parece una pérdida de octetos. No voy a mentir, el prendimiento colectivo venía en los ojos de todos y cada uno. Subimos por ascensor destino 7mo piso, el nuevo lar de Rata.

"Alo, M?, soy C:. Intenté hacer un Romario pero no me resultó. Llegaré con retraso, comme d'hab".
Enfilo por alguna calle con dirección a... a quien engaño, yo no enfilé a ninguna dirección: fue la mágica ayuda del piloto automático, ese místico elemento surreal que nos resulta vital a la hora de llegar a puerto, muy al estilo de la película donde el piloto inflable y la azafata inflable... bueno, se inflaban mutuamente. Una izquierda, dos derecha, luego direcciones al azar por buen rato.

Rata me muestra el delantal con la bandera chilena, con la estrella solitaria. Como pudo pasar alrededor de mi cabeza, me lo puse... por largo tiempo. Iver estaba siendo Iver. La Máquina discutía largo tiempo con Jorgito sobre los Clebsch (o Clebsh o Clebscsh o alguna permutación de las siseantes, al cabo que sólo a ellos dos les interesa). La noche sigue avanzando. Desde el balcón de su departamento (uno de los tantos puntos por los cuales le tenemos envidia declarada a Rata), conversamos sobre todo y nada, pero más nada que todo. En verdad, al final todo es nada, aunque eso no es cierto del todo.

Al final, encuentro ciertos aspectos de las calles algo conocidos. La memoria me pega un tortazo en la nuca y recuerdo todo, salvo el como llegué acá. Saco el balón del bolso para que sienta la libertad condicional. Llego al terreno, a la cancha. Pateo la redonda y comienza el ruedo.

Es tarde, y ya se apagan. De a poco, pero se apagan. Enfilo con La Máquina hacia el Boulevard Jourdain, donde queda su casa y por donde camino largos minutos para llegar a la mía. Ya no tengo la estrella pegada al corazón, pero me acuerdo de ella. Al llegar al hogar, pongo la cabeza en la almohada y el Festival de la Una termina.

Abro los ojos. Miro la hora. Lo hiciste otra vez. Lo hiciste. Otra. Vez.

C: